"Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse."

Gabriel Celaya

dilluns, 16 de febrer del 2009

La guerra de El Salvador a través de una historia de vida

La guerra en el Salvador fue una de las guerras más duras y con más muertes civiles de Centroamérica, exceptuando la guerra de Guatemala.

Lo que hace de la revolución salvadoreña un hecho admirable es el contexto donde se desarrolló la guerra. El FMLN, con unas condiciones geográficas adversas, es decir, sin selvas o montes densos donde esconderse, una gran red de carreteras y caminos que comunicaban todo el país y una densidad de población muy alta, consiguió desarrollar, una guerra de posiciones – durante los primeros años – y posteriormente una guerra de guerrillas que, aunque no logró la toma del poder, consiguió mantener una correlación de fuerzas con el ejército durante los 12 años que duró la guerra, gracias al apoyo masivo de la población civil.

Se siente la alegre rebeldía de cada una de las personas que forman parte de este pequeño y olvidado país centroamericano, ya que la guerra es todavía muy reciente y presente en cada una de ellas. Son gente alegre y dolorida, sufrida y combativa. Cada un/a de ellos/as representa una pedacito de historia viva del país. Por eso, hemos querido reconstruir la historia de la guerra a través de Digna Cabrera, una mujer fuerte en todos los sentidos de la vida, alegre a pesar de haber perdido 17 familiares en el conflicto y combativa aunque la guerra oficial ya haya terminado.

De la organización popular a la formación de las guerrillas

Sin caer en el simplismo, podríamos considerar que las causas que generaron las organizaciones político militares en El Salvador (extensible a toda Latinoamérica), fundamentalmente, fueron la pobreza y la exclusión, generadas por la enorme acumulación de riquezas en unas pocas manos de latifundistas, oligarcas y la clase política (autoritaria).

“Aquí los terratenientes tenían todas las tierras, entonces le daban trabajo a la gente pero tenían que pagarles el doble de lo que podía valer la tierra. Si alguien… por ejemplo, mi papá, buscaba tierras, tenía que dar un terraje, se llamaba: si sacaba cinco cargas de maíz, tenía que darle tres al patrón y le quedaban dos y él ganaba a millón.”
Delante de estas condiciones de vida y trabajo, tanto en el campo como en la ciudad, se empezó a dar un auge de las organizaciones populares, guerrilleras y de partidos políticos opositores a partir de la década de 1970. Las causas fueron varias, pero podríamos destacar las siguientes: la creación del Mercado Común Centroamericano que generó un crecimiento económico desigual, beneficiando a terratenientes y empresarios. La exclusión de la izquierda partidaria de los espacios de participación democrática que aunque en determinados momentos se les permitía cierto margen de acción, rápidamente se les volvía a negar. La política exterior estadounidense que, como es sabido, fortaleció económicamente los gobiernos centroamericanos para luchar contra el comunismo.

Por otro lado, tuvo un papel muy relevante el posicionamiento de un sector de la iglesia católica que optó por un trabajo dirigido a los pobres y excluidos y, basándose en la Teología de la Liberación, su trabajo no sólo se concretó en una práctica discursiva sino en la constitución de organizaciones como las comunidades eclesiales de base y la creación de cooperativas de trabajo comunal.

Al mismo tiempo que aumentaba el descontento y las movilizaciones, aumentaba también la represión indiscriminada del gobierno militar, creando un espiral que llevaría a la radicalización de los sectores populares, quienes empezaron a ver la lucha armada como la única vía para la democratización del país.

“Entonces… a través de tantas injusticias se empezó a organizar la gente, eran unas poquitas gentes, por eso cuando vinieron a matar gente, la gente no sabía por qué murió, por qué no toda la gente estaba trabajando, organizándose para repudiar lo que el patrón estaba haciendo. Entonces mucha gente murió sin saber las razones por qué estaba siendo asesinada. Mi papá lo mataron el año 1980. Él estaba sembrando frijoles. Murió y no supo las razones del por qué murió.

(...) A través de eso, empezó la gente a llamar a reuniones, a calentarse, a decir que había que luchar contra las injusticias, manifestarse para poder repudiar todo lo que estaban haciendo con el pueblo. Entonces, ya después de morir tanta gente empezó la gente a empuñar las armas. Dijeron: “con las que tenemos”, unas poquitas, como dos pistolas que le decimos, revólver. Entonces, empezamos a luchar y a organizar a la gente y a manifestarnos.”

Así continuó la situación política en El Salvador: entre tímidos momentos de apertura democrática y golpes de estado, en un contexto de una grave crisis de dominación donde la represión por parte de la Guardia Nacional aumentaba vertiginosamente sin hacer ninguna distinción entre la población civil y aquella que se empezaba a organizar. El ejército salvadoreño, antes de que empezara oficialmente la guerra, ya empleaba un especial sadismo al capturar, torturar y asesinar a la población, prácticas que se acentuarían en los primeros años de la guerra.
“El ejército torturaba a las personas que capturaba. Si hallaba mujeres embarazadas les rajaba el estómago y entonces sacaba el feto y se los tiraba tal vez a los cerdos o a los perros. Y no tenían lástima para asesinar a las personas. Porque aquí en un cantoncito que se llama Peñas Blancas (…) mataron a dos hermanas juntas y una estaba embarazada y le sacaron al niño. Después el
mismo día mataron a otra señora, (…) la niña estaba tierna y ella se pudo escabullir y se quedó en la casa, cuando vinieron en la tarde ya estaba la mamá de la niña muerta, con el señor, y a la niña la hallaron mamando en los pechos de ella y ella había sido asesinada en la mañana.”


La unificación guerrillera y el desarrollo de la guerra

A finales del año 1980, ante la situación de desigualdad, exclusión y represión política, ante las múltiples y frecuentes agresiones y violaciones a los derechos humanos por parte del ejército, y ante el asesinato de Monseñor Romero (arzobispo de San Salvador, muy querido y reconocido por el trabajo que hizo por los pobres), las principales organizaciones insurgentes se unieron para crear el “Frente Faribundo Martí para la Liberación Nacional” (FMLN). Fueron cinco los grupos que lo integraron: PCS (Partido Comunista de El Salvador), FPL (Fuerzas Populares de Liberación), ERP (Ejército Revolucionario del pueblo), PRTC (Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos) y las FARN (Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional). Algunos de estos grupos surgieron de las pugnas internas dentro del Partido Comunista y otros tuvieron una fuerte influencia de grupos estudiantiles o cristianos radicalizados. Aunque todos ellos compartían unos mismos objetivos y una organización político-militar articulada en organizaciones populares o frentes de masas, había grupos más próximos al marxismo-leninismo, grupos provenientes del maoísmo y grupos más socialdemócratas.

Durante el transcurso de la guerra, los cinco grupos mantuvieron cierta autonomía de acción, ya que cada uno de ellos tuvo su zona de influencia y control, pero se estableció una comandancia general y unos estatutos y líneas comunes para toda la insurgencia. Cabe decir que, quizá por esta heterogeneidad ideológica, desde el principio de la guerra se dieron dos líneas bien definidas dentro del Frente: los que defendían la lucha por la toma del poder y la implementación de una sociedad socialista-comunista, y los que pretendían el debilitamiento del Estado a través de una demostración de fuerza, para lograr unos acuerdos de paz.

En enero del 1981, inicio oficial de la guerra, el FMLN inició una ofensiva general que implicó un cambio en la situación política y militar del país: surgieron las primeras zonas de control de la guerrilla y desaparecieron las organizaciones de masas que apoyaban a los distintos grupos insurgentes debido a la incorporación de las bases a la lucha armada de la guerrilla salvadoreña. La decisión de incorporarse al FMLN no siempre fue fruto de una decisión voluntaria de afinidad ideológica con la lucha que se planteaba, mucha gente se incorporó a la guerrilla como única opción para sobrevivir, ya que en el campo - especialmente - la situación era insostenible.
“Nosotros decidimos incorporarnos a la guerrilla y nos subimos a dormir a los montes: aguantábamos la lluvia toda la noche, en el día…, con la ropa misma que nosotros teníamos se nos secaba en el mismo cuerpo, dormíamos con la ropa mojada y habían veces que lavábamos en algún río y la misma ropa mojada nos la volvíamos a poner de vuelta. Y había veces que no comíamos, no teníamos que comer, y no teníamos dinero para llegar a unas casas a comprar. Entonces había veces que nos regalaban comida y había veces que aguantábamos hambre. Comíamos, este… tal vez así, raíces de algunas plantas que no son venenosas, hojas de árboles como el palo de jocote, o también las pencas de piña, papayos, también otras plantas que se llaman malanga. Nosotros íbamos viendo, el tiempo que había mucha fruta comíamos guayaba, mangos,… y cuando era el invierno entonces sufríamos mucho porque no hallábamos cualquier cosa de comer."
Durante la década de los 80, el FMLN se convirtió en una de las organizaciones guerrilleras más importantes de América Latina, por un lado por la capacidad militar que desarrolló, ya que después de la primera ofensiva general consiguieron crear una nueva correlación de fuerzas mostrando que sus fuerzas militares eran capaces de coordinarse en acciones de gran envergadura. Y por otro lado, por la legitimidad de su lucha y por el desarrollo real de su plan estratégico: realización de un amplio trabajo en el movimiento de masas, trabajo diplomático de gran alcance, y aplicación real de su propuesta en las “zonas bajo su control” (construcción de refugios antiaéreos para proteger a la población civil, ollas populares en las comunidades, asistencia médica para todo el mundo, formación política, escuelas para los menores huérfanos/as en las masacres,…), que hizo que tuvieran un apoyo masivo por parte de la población civil. Jugó también un papel determinante la creación de la radio clandestina “Venceremos”, que se convirtió en la voz oficial del FMLN y en un elemento cohesionador entre la guerrilla y la población civil.

“… había muchos familiares de nosotros ahí [en la guerrilla]. Y nosotros, de lo que nosotros teníamos, por ejemplo maíz, frijoles,… compartíamos con ellos también. Nosotros molíamos mucha tortilla y les dábamos a ellos también. Ellos pasaban de paso y nosotros salíamos a la calle a darles comida, porque nosotros sabíamos que era un ejército del pueblo, que (…) ellos también respondían por nosotros, y nosotros también.”

Ante este creciente apoyo a la guerrilla por parte de la población civil (fundamentalmente rural), la clase política dominante y la oligarquía salvadoreña se reorganizaron. Se crearon los Escuadrones de la Muerte: grupos paramilitares financiados por el mismo gobierno y que tenían como objetivo ejecutar masacres y asesinatos contra guerrilleros/as y civiles indistintamente (en muchos casos eran los mismos militares de la Fuerza Armada). Además, empezaron a ejecutar de forma generalizada la estrategia de “quitarle el agua al pez” o “tierra arrasada” que consiste, por un lado, en el exterminio de la población civil con el objetivo de eliminar el apoyo y principal sustento de la guerrilla y, por otro lado, como “única salida” ante la incapacidad que tenían para capturar y asesinar a los y las combatientes.

En este sentido, lo que solía suceder es que la guerrilla llegaba a las comunidades y empezaba a hacer trabajo político. Cuando entraba el ejército a la comunidad, y después de algunos enfrentamientos, la guerrilla se iba al monte (su retaguardia). Entonces el ejército, ante la incapacidad de capturar a los y las guerrilleras masacraba a la población civil, justificándose en el hecho que eran todos guerrilleros/as o colaboradores de la guerrilla. Es así como durante los primeros años de la guerra se crearon grupos de militares jóvenes y sin escrúpulos, muy bien preparados militar y armamentísticamente con el apoyo directo de Estados Unidos. Estos batallones realizaban masacres masivas con la particularidad de utilizar las técnicas más sangrientas y sádicas que se pueden llegar a imaginar (descuartizar a pedacitos a la gente aún con vida, clavarles clavos por todo el cuerpo, disparar a los niños más pequeños en el aire para hacer puntería, sacar el feto de las mujeres preñadas aún con vida y tirarlo a los animales, recoger la sangre de las personas que acababan de asesinar para cocerla y beberla,…).

El Batallón Atlacatl, dirigido por el oficial Monterrosa, se destacó por el empleo de las técnicas mencionadas y por atribuirse una de las masacres más importantes de Centro América: la Masacre de El Mozote, en Morazán. En el pequeño cantón, en diciembre de 1981, este batallón torturó y asesinó a más de 1200 personas (solamente pudieron escapar tres personas que serían quienes contarían la historia), más de la mitad de los cuales eran niños/as menores de 12 años, utilizando las más aberrantes técnicas de tortura y asesinato. Para no dejar ningún rastro de vida, posteriormente mató a los animales y quemó todas las casas.

Pero la de El Mozote no fue la única ni la última masacre…

“Y fue cuando tuvimos una masacre en el río Lempa. Allí murió mucha gente. Asesinaron niños… entonces, algunos iban pasándose el río y aventaban bombas de arriba los aviones y la gente murió ahogada. Inclusive yo… un niño fue a nacer al monte, mi primer hijo, nació en el monte y al siguiente día salí bajo el bombardeo del avión. Allí en el río Lempa las bombas lacrimógenas, las que tiraba el avión me intoxicó al niño recién nacido y allí se murió también mi hijo.”

Después de las masacres cometidas por parte del ejército durante los primeros años de la guerra (especialmente después de la masacre de El Mozote), y ante las denuncias y acusaciones de violación a los derechos humanos por parte de distintos organismos nacionales e internacionales, y sobre todo, debido a los asesores militares de Washington, el ejército salvadoreño cambió de estrategia, y a partir de 1982 emuló las estrategias y tácticas de la guerrilla. Es así como empezaron a trabajar con la población civil para intentar tenerla de su lado, regalando frijoles o medicamentos. Así, a pesar de continuar con las masacres, éstas se redujeron en el número de víctimas, de un máximo de 40 personas, cosa que les permitía justificar más fácilmente, ante la opinión pública, que se trataba de guerrilleros/as o colaboradores de la guerrilla.

En este cambio de estrategia tuvo un papel clave el gobierno estadounidense quién, para ese entonces, discutía el presupuesto destinado a formar militarmente y financiar económicamente al ejército de El Salvador. En 1981, con la llegada de Reagan al poder y su obsesión anticomunista, el gobierno de Estados Unidos duplicó la ayuda económica a El Salvador y aumentó la ayuda militar de 26 millones de dólares a 82 millones de dólares, cosa que dificultó y prolongó cualquier posibilidad de acuerdo político entre los insurgentes y el gobierno.

Muchos campesinos y campesinas, ante el aumento de militarización del territorio y represión que recibían por parte del ejército, se vieron obligados a exiliarse a campos de refugiados en Honduras, dejando atrás sus casas y comunidades destrozadas por las bombas. Aunque no fue una decisión fácil debido a las fuertes amenazas que recibían del ejército, para muchos/as fue la única opción que les quedó para sobrevivir.

“Salimos de aquí (…) porque ya no se aguantaba la represión en Santa Marta. Entonces, la misma organización hizo sus contactos a nivel de países como Honduras y otros países internacionales y fue como pudimos salir de aquí para Honduras, para la frontera.

Cuando llegamos a La Virtud, aquí a la frontera de Honduras con El Salvador, allí fuimos reprimidos, también, por los soldados hondureños. Allí con los soldados hondureños murió bastante gente salvadoreña. A ancianos y niños, y a los jóvenes también los capturaban. Entonces fue, casi lo mismo porque (…) las tropas de Honduras y las salvadoreñas estaban combinadas.

Nosotros (…) estuvimos como 6 años (…). Allí comida no nos faltaba porque nos la daba la iglesia católica y el ACNUR y gentes de otros países se solidarizaban con nosotros, entonces nos llevaban comida. Pero nosotros no teníamos libertad, porque si salíamos a las orillas de los campamentos éramos asesinados por los soldados hondureños.”

Del millón de personas que se exiliaron a los campos de refugiados en Honduras, hay quienes no volvieron a El Salvador hasta que se terminó la guerra en 1992 y hay quienes, a pesar de la violencia que seguía ejerciendo el ejército y los constantes bombardeos en las zonas rurales, decidieron volver a sus comunidades.

“Entonces, se decidió reunir por sectores a la gente, porque como habían varios campamentos, por campamentos nos reuníamos o por cada diez casas. Y nos hacían la pregunta que si nosotros queríamos regresar a El Salvador a pesar de las consecuencias que todavía había aquí, que la guerra estaba muy fuerte. Entonces nosotros dijimos: “sí, nosotros los salvadoreños queremos regresar a nuestro país porque nosotros no somos de aquí y aquí estamos también con miedo: no odemos salir fuera, no podemos… no tenemos dinero para comprar algo… entonces, nosotros queremos regresar”. Entonces, estos coordinadores que se formaron hicieron el trámite con el ACNUR y dijeron que sí, que era posible: “¿quiénes se anotan para regresar a El Salvador?”, a pesar de que estaba la guerra, empezamos un montón de gente a anotarnos.

Hay gente en Chalatenango y en Cuscatlán que también regresó, y también aquí en Cabañas. Entonces, nosotros… “No van a llevar nada”, dijeron, “porque ustedes no saben si van a llegar vivos a la frontera o si en la frontera no saben ustedes si van a llegar o no van a llegar”. Entonces, dejamos todo lo que nos sobraba: aceite, azúcar y cositas así (…). Y nos montamos en los camiones y nos regresamos a El Salvador. Pero al llegar a la frontera, empezamos a tener dificultades en la frontera con el ejército salvadoreño. Empezaron a querer bajar gente, capturar gente de la que veníamos. Entonces, como venía gente internacional y parte de la iglesia, el ACNUR,… empezaron ellos a discutir que no saliéramos nosotros de los buses, que no saliéramos porque a dentro por nosotros ellos respondían, y a fuera les podían capturar y llevárselos. Y la muerte que les daban era mucha tortura, los empezaban, por pedacitos, a quitarles partes del cuerpo vivos a la gente, o les sacaban la lengua también. Torturas muy dolorosas, y ellos decían que lo que no querían es que fueran a capturar alguno dentro del bus. Y ellos empezaron a negociar con tropas salvadoreñas. Entonces, nos tiramos más de dos días para venir aquí, por las dificultades en el camino. Cuando vinimos aquí, empezaron ahí en el pueblo de Victoria a tratarnos de guerrilleros, a que venían, que no se qué, que nos iban a matar.”

En los años que siguen, el conflicto se mantuvo en un estancamiento relativo, intentando crear espacios para el diálogo con el gobierno que nunca dieron ningún tipo de frutos. Mientras se llamaba al diálogo, se seguía reprimiendo y matando a población civil.

No fue hasta el 1989 que el FMLN lanzó la última gran ofensiva – que llamaron “Hasta el tope” – que haría sentar al gobierno en la mesa de negociación y alcanzar los Acuerdos de Paz el 1992. La guerrilla, en cuestión de horas rodeó la capital, haciendo sentir la guerra por primera vez a la clase adinerada de San Salvador, a lo que el ejército contestó con bombardeos indiscriminados sobre los barrios bajo control de la guerrilla.

Si bien el FMLN no alcanzó a destruir el ejército, la ofensiva sirvió para romper el equilibrio militar entre los actores armados, dando una salida favorable al FMLN. Además, consiguió posicionar a la comunidad internacional, a través de la ONU, quien emitió una resolución sobre el conflicto. El gobierno asumió que la solución al conflicto no se daría de forma rápida por la vía militar, ya que ni el ejército conseguía derrotar militarmente a la guerrilla ni ésta al ejército, cosa que forzó a las dos partes a entrar en un proceso de negociación que culminó con los Acuerdos de Paz y el fin de la guerra.

Los Acuerdos de Paz y la transformación partidaria del FMLN

En 1992, se dio por finalizada oficialmente la guerra con un saldo de 75.000 muertos, más de 8.000 desaparecidos y un millón de exiliados, sobre una población que no llegaba a los 6 millones de habitantes. La Comisión de la Verdad que se creó posteriormente a través de la ONU, estableció que los militares, los Escuadrones de la Muerte vinculados a estos, y el Estado Salvadoreño fueron los responsables del 85% de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la guerra.

En enero de 1992, se firmaron en México los Acuerdos de Paz, que entre otras cosas establecieron el cese definitivo del enfrentamiento armado y permitieron la participación del FMLN en la política partidaria del país. Como era de esperar, la culminación de la guerra en unos Acuerdos de Paz pactados, no implicó para muchos/as el fin de la violencia estatal ni el establecimiento de una paz real. La pobreza y la exclusión continuó siendo el pan de cada día de muchos y muchas salvadoreñas.

“Se llevaron a cabo los Acuerdos de Paz, pero nosotros aquí en el país paz no tenemos. Aquí únicamente lo que se ha hecho es el cese de las armas, pero hasta ahorita nosotros no tenemos paz todavía. Porque mientras nosotros no tengamos el gobierno que nosotros queremos en el poder, nosotros no tendremos paz, porque siempre hay mucha discriminación y muchas muertes que han quedado impunes también y no han sido solucionadas por el ejército. Murieron muchas personas inocentemente, y se sabe quiénes son los causantes, hay evidencias, hay nombres, pero ellos siguen libres. Entonces, nosotros queremos justicia. (…) En el Salvador dicen que hay paz, pero nosotros paz no tenemos.”

La duración del conflicto armado - 12 años - y la juventud de la mayoría de dirigentes guerrilleros posibilitó el paso de la guerrilla a partido político (que se presentó a las elecciones con las mismas siglas: FMLN), teniendo en cuenta que algunos de los grupos que formaban el Frente tenían ya una previa experiencia en política partidaria. A pesar que en el FMLN todavía se encuentran varias tendencias, la más moderada, la socialdemócrata, es la que actualmente tiene más influencia.

A pesar de los 17 años de la inclusión del Frente en la política partidaria, éste nunca ha conseguido desbancar al partido de derecha ARENA. Actualmente, hay muchas personas esperanzadas en la posible victoria electoral del FMLN en las próximas elecciones de marzo. Si éste consigue subir al poder, estará por ver cuáles son los cambios que logra realizar, y cómo enfrentará el grave problema de pobreza y exclusión que hay en el país.


Fuentes consultadas
Entrevista a Digna Cabrera, en Santa Marta (Cabañas) realizada en febrero de 2009.


Saénz de Tejada, R. 2007. Revolucionarios en tiempos de paz. Rompimientos y recomposición de las izquierdas de Guatemala y El Salvador. Guatemala: FLACSO.

Varios autores. 2002. Historia de El Salvador:De cómo la gente guanaca no sucumbió ante los infames ultrajes de los españoles, criollos, gringos y otras plagas. El Salvador: Equipa Maíz.