"Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse."

Gabriel Celaya

dilluns, 26 de gener del 2009

A 30 años de la Revolución Sandinista

Y después de la Revolución Sandinista, aquella que en los 80 levantó tantas pasiones y tanta solidaridad en el mundo; aquella que hizo postrar los ojos del mundo en la olvidada Nicaragua, ... qué quedó , qué cambió, qué huella dejó a las nicaragüenses?

Lo cierto es que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) no lo tubo fácil durante los años que le siguieron a la victoriosa entrada del ejército guerrillo a Managua en el 1979. La CIA, bajo la directiva de Ronald Reagan, dólar en mano, consiguió crear un ejército - conocido como La Contra - que des del Estado títere de Honduras no le puso las cosas fáciles al FSLN, impidiéndole de ocuparse de las reformas por las que lucharon los y las sandinistas. Al tener que concentrar esfuerzos para bloquear la guerra contrarevolucionaria, las pocas acciones que pudo iniciar el gobierno revolucionario fueron una campaña de alfabetización y la repartición de tierras a cooperativas de campesinos/as; aunque muchas de estas tierras, durante los años del neoliberalismo (tras la derrota electoral del Frente en 1990) iniciados por Violeta Chamorro, fueron siendo despojadas de nuevo por los terratenientes y la burguesía nacional.

30 años después de la entrada a Managua y 80 años después del alzamiento del "General de hombres libres" Augusto César Sandino, ... y a casi 3 años del gobierno del FSLN de Ortega, qué queda de "revolucionario" en el sandinismo, o más bién en el neosandinismo? Los enormes carteles publicitarios rosas - eso es, un rojo descafeinado - instalados en todas las carreteras y ciudades del país nos dan una idea: "Arriba los pobres del mundo", "Servirle al pueblo es servirle a Dios" o "Vamos por más victorias". Populismo, Religiosidad y Poder. Eso es, precisamente, lo que es actualmente el FSLN de Daniel Ortega.

"Populismo", tan de moda en los Estados autodenominados del "socialismo del siglo XXI", que en el caso del gobierno de Daniel Ortega va de la mano de la "religiosidad", basándose en la utilización de la religión para atraer votantes y como forma de justificación de sus políticas (aprovechando estratégicamente el hecho que en Nicaragua el cristianismo es verdaderamente una religión de masas). Es a través de esta clase de populismo como el gobierno de Ortega pretende ostentar el "poder" por el poder mismo, sin desarrollar políticas que modifiquen la situación de pobreza y exclusión del pueblo nicaragüense.

Para muestra un botón: durante la campaña electoral del 2006, a tan solo unos meses de las elecciones que ganaría el FSLN de Daniel Ortega, éste junto al resto de partidos (exceptuando el Movimiento de Renovación Sandinista, escisión izquierdista del Frente) y de la mano de la Iglesia católica, acordaron retirar la ley que, des de hacía más de 100 años, permitía el aborto terapéutico, declarandolo ilegal sin excepción alguna. Esto no nos debe extrañar, teniendo en cuenta la falta de un trabajo interno alrededor de la desigualdad de género dentro del movimiento sandinista de los años 80 y de los años posteriores (así como sucede en otros movimientos guerrilleros). Este es uno de los aspectos más criticados del sandinismo: la falta de perspectiva de género y el fomento del ideal de masculinidad del "guerrillero machito invencible". Por ejemplo, el lema de campaña electoral del Frente, en 1990, fue "Daniel, mi gallo", eludiendo a la masculinidad de Ortega.

A pesar de que consideramos que ningún gobierno, por "socialista del siglo XXI" que se considere, tiene posibilidades reales - ni siquiera las intenciones - de dar paso a la emancipación del pueblo desde el pueblo mismo y acabar con toda forma de dominación, explotación y exclusión, nos llena de rabia historias como la de José de 23 años, que trabaja en un hostal en León. José es del 20% de la población que se considera activa en Nicaragua (aunque esto no significa que el 80% restante no trabaje, sino que lo hacen sumergidos en el trabajo informal), así que se podría considerar "afortunado", pero nada más lejos de la realidad. Trabaja 18 horas al día, 7 días a la semana (sin un solo día de descanso al mes) por el miserable sueldo de 2600 córdobas, es decir, unos 130 dólares al mes. Pero eso si, bajo un gobierno que se llama socialista y que tiene la dicha de haber protagonizado una de las revoluciones más conocidas del mundo.

Lo cierto es que, con frecuencia, las bases poco tienen que ver con los dirigentes; y eso es lo que pasa con el pueblo nicaragüense. Un pueblo muy politizado, con grandes conocimientos de su historia (a pesar de que los/las más jóvenes no vivieron la revolución y la posterior guerra) y orgullosos/as, en su gran mayoría de lo que fueron capaces de hacer: acabar con la despótica y cruel tiranía de la dinastía de los Somoza que por más de 40 años oprimió al pueblo.

La gestión de Daniel Ortega no es lo que las bases sandinistas esperaban. Se anhelaban cambios profundos en un país donde la pobreza y la exclusión se contraponen a la opulencia del selecto grupo de comandantes que con la revolución del pueblo se llenó los bolsillos. Y este sentimiento de frustración con regusto a "victoria amarga" se vive en las gentes y en las calles, siendo más que habitual comentarios como "no es por eso por lo que luchamos".

Una revolución que no consigue transformar radicalmente las relaciones sociales, no destruye la estructura en la cual se apoya todo el sistema de explotación y exclusión, y de los escombros no construye una nueva realidad basada en la fraternidad entre los individuos, no se le puede llamar revolución social, único mecanismo de liberación social. Si a lo de Daniel Ortega le llaman revolución... con nosotras que no cuenten!